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9 de junio de 2013

EXCELENCIA, IGUALDAD, EQUIDAD... JUSTICIA


Excelencia.- “Superior calidad o bondad que hace digno de singular aprecio y estimación algo.”

¿Estamos intentando que nuestros centros educativos sean excelentes desde esta perspectiva?

Igualdad.- “Conformidad de algo con otra cosa en naturaleza, forma, calidad o cantidad.”

¿Qué “conformidad” queremos y con qué “otra cosa” queremos que sea conforme?

Equidad.- “Justicia natural, por oposición a la letra de la ley positiva” o bien “Disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que merece.”

¿Estamos dispuestos a hacer prevalecer este concepto por encima de la “letra de la ley”? ¿Queremos dar a cada uno lo que se merece?

Justicia.- “Derecho, razón, equidad”

¿Tenemos claro su significado?

En los últimos días he escuchado varias veces estos términos y analizando el contexto en que fueron dichos he percibido que se estaban utilizando si no de manera inadecuada sí de manera sesgada.

Porque ¿seguro que cuando hablamos de excelencia en la educación no nos estamos refiriendo a una educación elitista en la que primen elementos externos a ella?.

Porque ¿respecto a qué queremos igualdad?

Porque ¿nuestras acciones nos permiten acercarnos de  manera inequívoca a través de acciones igualitarias a acercarnos a la excelencia?

Porque, en definitiva, ¿con nuestro quehacer diario procuramos el ejercicio de la justicia y lo consideramos como un objetivo prioritario de la educación?

No veo que se tengan claras las respuestas coherentes a tanto interrogante y, lo que es más triste, no veo demasiado interés en reflexionar sobre ello sino más bien al contrario, creo que hay muchos docentes que “están adelantando” una visión de la educación donde basándose en un igualitarismo sesgado nos olvidamos de la equidad en aras de conseguir una sociedad de “excelencia de unos pocos”.

Desde mi perspectiva estamos en tránsito desde una “educación industrial”, en el sentido de preparar al alumnado para el trabajo, a una “educación social” en el sentido de prepararlo para integrarlo en una sociedad cada vez más rica y compleja en sus relaciones. ¿Estamos haciendo realmente eso? o ¿estamos perpetuando un sistema social basado en clases y en sus relaciones?

Sí tengo claro cuál es el planteamiento de mis actuaciones (dentro del ámbito educativo y fuera de él) pero, insisto, de un tiempo a esta parte me desespera no ser capaz de contagiar con claridad mis planteamientos, y aun todavía más ver que van en contra de una tendencia cada vez mayor que es diametralmente opuesta. Y me estoy refiriendo tanto a mi ámbito cercano como a buena parte de las estructuras del sistema educativo, donde se utilizan de manera profusa estos términos en el discurso, cuando en realidad las actuaciones concretas provocan las más de las veces un distanciamiento de la inclusividad como elemento esencial de la equidad y donde, en aras de la excelencia mal entendida, estamos segregando a buena parte del alumnado con la excusa que los mejor situados también tienen derecho a nuestra atención y a conseguir el máximo posible.

Pero esta desesperanza no puede convertirse en desilusión, hemos de seguir en la línea de trabajo para conseguir una educación basada en la equidad para conseguir la excelencia educativa en el sentido planteado por Miguel Rosa en su blog y como él pienso que se avecinan malos tiempos.

Sin embargo, a pesar de todo, no podemos dejarnos llevar por la inercia, hemos de seguir aunando esfuerzos, procurar implicar a las familias y no olvidarnos que tenemos en nuestras manos un arma muy importante... “la educación es una arma cargada de futuro”.